En la sociedad en la que vivimos hoy, todo está
regido por unas normas que sirven para organizar y estructurar ésta. Hay normas
que en ningún momento de nuestra vida nos han tenido que enseñar o explicar,
sino que desde pequeños hemos estado conviviendo con ellas y las hemos
asimilado como algo natural. Por ejemplo, a nadie se le ocurriría ir al
instituto en pijama ya que va en contra de estas normas elementales. Sin
embargo, hay otras normas que sí han de enseñarse para la mejor convivencia de
los ciudadanos en la sociedad, y ahí es donde entra la disciplina.
La disciplina se define como el cumplimiento
ciertas reglas de comportamiento propias de una profesión o un grupo por parte
de una persona. Desde mi punto de vista, la disciplina es necesaria en
cualquier grupo o situación formal, lo que incluye una clase. Imaginemos por un
momento cómo sería una clase si no hubiera ninguna disciplina: todo el mundo
hablaría cuando quisiese, es decir, no se respetaría el turno de palabra,
cualquier alumno podría levantarse a tirar algo a la papelera o a ir al baño
sin pedírselo al profesor, o se podría comer un alimento, ya sea el chicle o un
zumo. Sinceramente, sería un descontrol y un caos. En cambio, con la disciplina
todo estaría más organizado y sería mucho más fácil dar clase, por lo que
la disciplina mejora el rendimiento en el aula de los alumnos porque se
asimilarían mejor los contenidos de la asignatura y la corrección de los
ejercicios. Además, tanto en el aula como en el instituto las normas de
disciplina deben estar muy claras porque mejoran el respeto hacia el profesor y
hacia nosotros, los alumnos.
Definitivamente, la disciplina es indispensable
en clase porque es el reflejo de la sociedad actual que sirve para que personas diferentes convivan de manera
pacífica.